Orígenes y efectos de la flotación por Jaume Roselló.

Los orígenes.

A principio de los años 50, los especialistas en neurofisiología creían que si se privaba al cerebro de la casi totalidad de estímulos físicos, éste se adormecía. Por esa época, el doctor John C. Lilly, neurofisiólogo psicoanalista, se propuso investigar sobre dicha hipótesis cuando trabajaba por encargo de la armada en el National Institute of Mental Health de Bethesda (Maryland, Estados Unidos). Aunque los experimentos sobre el aislamiento sensorial son algo anteriores, Lilly, en colaboración con el Dr. Jay Shurley, se las ingenió para hacerlas fácilmente viables. Inicialmente, los individuos se colocaban sobre una cama, en un compartimento con aire acondicionado, con los brazos y las manos envueltas en unos manguitos especiales y los ojos cubiertos por unas gafas de esquí, lo cual apenas conducía a nada. Lilly, que desde 1950 se dedicaba también a estudiar a los delfines en las Islas Vírgenes, intuyó que precisamente en el agua se podrían dar las mejores condiciones. Así que preparó adecuadamente una cámara de la Marina, de las destinadas al estudio de las técnicas de escafandrismo. En ellas, el sujeto estaba provisto de una máscara que le envolvía la cabeza y se contaba además con otros elementos, como una especie de flotadores para lograr una posición lo más relajada posible. No del todo contento con la fuerza de sustentación del agua dulce, la cambió por agua salada y la mantuvo a una temperatura de 34,2 ºC para evitar sensaciones de calor o frío. Todas las pruebas dieron excelentes resultados – acababa de nacer la cámara horizontal de aislamiento sensorial.

 
Hubo que aguardar bastantes años para que los heterodoxos hallazgos del doctor Lilly encontrasen mayor difusión, cuando confluyeron sus investigaciones con la cultura psicodélica a finales de la década de los sesenta. Es entonces, y sobre todo durante los años siguientes, cuando artistas – como John Lennon o Kris Kristofferson -, médicos, especialistas en educación física, yoga o relajación comenzaron a interesarse por sus posibilidades.

 

Efectos y experiencias con el habitáculo de flotación.

Cuando el sujeto se encuentra en el habitáculo de flotación, flota cómodamente sobre su espalda, privado de casi todas las sensaciones físicas. Ante todo, se trata de tener en cuenta que el flotario no hace nada; como mucho, se le puede considerar como un pariente lejano del Mar Muerto. Es como si fuera el cojín sobre el que uno se puede sentar para hacer meditación o la cama que no hace el sueño por sí misma. Por lo tanto, el flotario es un entorno que favorece ciertas experiencias, más que crearlas. No es una droga ni un medicamento, y el sujeto puede estar en ella una hora sin haber sentido gran cosa (aunque eso ocurre raras veces). Por consiguiente, será cada persona quien vivirá su propia experiencia con el entorno que el flotario facilita.

 
Dentro del flotario, el usuario no tiene sensación alguna de frío o calor; nada hay que ver u oír, no se siente ni el peso del propio cuerpo, tan solo la mente y la conciencia. El aislamiento total aguarda. Se trata, en cierta forma, de recrear el ambiente del claustro materno, lo cual permite lograr un nivel de relajación muy profundo con inusitada rapidez.

 
El conjunto del cerebro aminora o disminuye sus ondas cerebrales, que pasan del ritmo beta (vigilia) al ritmo alfa (sueño) e incluso al ritmo theta (sueño profundo), sin pérdida de conciencia, lo cual hasta ahora era un privilegio de los grandes meditadores. Por eso, Lilly describe el flotario como un instrumento occidental de meditación.

 
Se dice que en nuestra cultura prevalecen cinco estados de conciencia que pueden ser recreados bioquímicamente: Despierto (anfetaminas), dormido (barbitúricos), sueño (opiáceos), trance (pentotal sódico) y liberación (alucinógenos). En el habitáculo de flotación existe la posibilidad de sintetizar esos estados en una hora y todo ello, de forma inofensiva.

 
Una gran parte de la actividad de nuestro sistema nervioso central sirve para ajustar el cuerpo a la gravedad; con lo que en el flotario toda esta energía nerviosa queda disponible para otras actividades. Liberada de toda influencia exterior, la persona está más atenta a las sensaciones internas del propio organismo: Se puede sentir la respiración e incluso escuchar el latido del corazón y hasta el ruido de la circulación de la sangre por los vasos capilares de las orejas. Pero además se puede tomar conciencia de las tensiones cotidianas, notándolas presentes aún en el propio cuerpo y descubrir cómo poco a poco se van liberando las cargas emocionales asociadas a dichas tensiones.

 

Beneficios.

Entre los efectos se da un reequilibrio general de diversas partes del cerebro: El hemisferio izquierdo del neocórtex (hemisferio analítico) y el hemisferio derecho asociado a la intuición y a la creatividad. Uno de los elementos que favorece este equilibrio es el hipotálamo, que transforma nuestros humores en sustancias químicas, inhibe las secreción de sustancias productoras de estrés, como la adrenalina, y aumenta la producción de sustancias euroforizantes o anestesiantes, como las endorfinas. El cerebro llega a convertirse y actuar como un verdadero alquimista al producir sus propias sustancias de tipo psicodélico.

 
El flotario permite un nivel de relajación muy profundo. Esta relajación es al principio física y después mental. El aspecto sorprendentemente distendido de las personas después de tan solo una hora en el flotario lo confirma. La respiración se hace más lenta y disminuye entre un 10 y un 15% al cabo de media hora, en comparación con el 8% que se consigue tras cuatro o cinco horas de sueño. El ritmo cardiaco sigue este aminoramiento, así como todo el metabolismo en general. Libre de los centenares de mensajes sensoriales que le llegan por segundo, el organismo se pone en homeostasis, es decir, en equilibrio bioquímico con el agua y en equilibrio químico global.
Puede lograrse un descanso excepcional. El propio cerebro se convierte en lo que debería ser – un lugar muy confortable (casi paradisíaco, como dicen algunos), de modo que es posible explorarlo conscientemente, integrando cada una de las partes en el todo. Este estado ayuda a disminuir malestares provocados por el estrés: Hipertensión arterial, depresión nerviosa, infarto de miocardio, migrañas y numerosos trastornos órganicos o funcionales. En caso de fracturas, la flotación propicia muy favorablemente su rehabilitación si se combina con los ejercicios de reeducación postural de las partes afectadas.

 
En lo que respecta al cerebro, disminuye la hiperactividad en el hemisferio izquierdo (racional, lógico, verbal y analítico) y el hemisferio derecho sale de su semialetargamiento. Se sabe que el hemisferio derecho está ligado a la intuición, la imaginación y la visualización, así como a otras capacidades no verbales. Por ello no es tan raro que muchas personas salgan del flotario y se sientan incapaces de relatar su experiencia – tienen la impresión de que no pueden describir lo vivido y que las palabras serían insuficientes.

 
Además de facilitar el estudio de los sueños y determinados trastornos mentales, el habitáculo de flotación es un instrumento bastante accesible para aprender a descubrir la propia creatividad. El flotario tiene también posibilidades en el tratamiento de procesos remáticos y puede ser también útil para los que deseen dejar de fumar.

 
En Norteamérica, algunas empresas comienzan a ponerla a disposición de sus empleados y se va generalizando su uso en el entrenamiento deportivo para la alta competición.

 

Ejercicios respiratorios en el flotario.

Muchos individuos han conseguido modificar su ritmo cardiaco y su tensión arterial, o mejorar diversos trastornos con la ayuda de las técnicas denominadas de visualización creativa. Otros han aprovechado los dolores (como la misma sal en los ojos) para explorar la parte dolorida o el fenómeno mismo del dolor.

 
En el habitáculo de flotación se pueden practicar fácilmente ejercicios respiratorios. Lilly sugiere la respiración delfín y la hiperventilación a base de una respiración abdominal acelerada. La respiración delfín consiste en inspirar, retener el aire tanto tiempo como a uno le sea confortable y luego espirar e inspirar de nuevo rápidamente. Si se hace bastante rápido, el agua no se moverá en el flotario. Tanto este ejercicio como el segundo pueden modificar los estados de conciencia por lo que es bueno familiarizarse con estas técnicas antes de entrar en el flotario. Con la hiperventiliación se presta atención a las olas que esta respiración crea en el flotario; de modo que es fácil establecer asociaciones con las olas del pensamiento, en el mar de una mente lo suficientemente equilibrada como para poder reflejar la luz. En todo caso es recomendable practicar esos dos ejercicios respiratorios progresivamente.

 
A veces a una relajación general profunda le sigue una exteriorización de las emociones (risa, llanto, miedo, cólera, etc). El flotario puede ser entonces un instrumento de descarga emocional de apreciable valor. En ocasiones se tienen ganas de cantar o hacer ruidos o vocalizaciones, puesto que con la resonancia y con las orejas bajo el agua la experiencia es apasionante.

 
El flotario tiene efectos sobre el plano mental similares a los del agua que contiene: Espejo y lupa. El hecho de estar aislado favorece el retorno a uno mismo y rompe los esquemas con los que se suele funcionar normalmente. De esta forma se puede tomar conciencia y modificar prejuicios, papeles sociales, esquemas convencionales, etc. En este sentido, el flotario puede ser parecido a la sofrología, relajación, técnicas de interiorización, de crecimiento personal o el amplio campo de la psicología humanista. Lo que tiene de bueno es que puede tanto ampliar como favorecer dichas técnicas, pero además se puede luego aprender a reproducirlas más fácilmente sin ayudas o estímulos exteriores. En todo caso, y recordando las impresiones del doctor Albert Hoffman, hay que recordar que no es el flotario lo que produce efectos profundos, el flotario tan sólo puede estimular lo que ya está en la persona; si no hay nada dentro, nada sale.